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Investigación Ona de Sants Montjuïc: Experiencia vivida por Pablo López

Ona de Sants Montjuïc VII

Investigación Ona de Sants Montjuïc: Experiencia vivida por Pablo López

Publicado el 30/08/2015

Declaraciones de Pablo López, de Los Misterios Nos Miran, sobre lo que vivió en persona durante su estancia en Ona de Sants Montjuïc.

Aquellos que me conocen o han seguido los programas donde habitualmente participo, sabrán que soy un declarado escéptico, mucho más incluso de lo que puedan llegar a creer. Sin embargo, si hay un lugar que ha hecho que los cimientos de mis creencias se tambaleasen y por un momento llegase a dudar de ello, ese ha sido Ona de Sants. El único lugar donde realmente te he pasado miedo irracional, que venía de ninguna parte y tal y como llegaba se marchaba.

Todo comenzó cuando visité aquel lugar por primera vez. Era un programa de Solowrestling Radio Show cuando Sebas, en uno de los descansos, me explicó que un día vio como una especie de sombra entraba en un voluminoso armario que se encuentra en la zona principal de la radio. En aquel momento a ninguno afectó esa historia más allá de la percepción que alguien, en un momento puntual, pueda haber tenido.

Yo realicé alguna visita esporádica más, sin embargo, para mí, todo empezó realmente con el primer programa de Los Misterios nos miran cuando al final y también fuera de antena empezó a contarnos la extraña historia de Mariano. Por todos vosotros es de sobra conocido el apodo cariñoso que se le ha puesto desde siempre al fenómeno vivido en aquella radio. Sin embargo lo sorprendente no era la historia en sí, sino quien la narraba. Guillem. El científico, el que más escéptico de los escépticos. El que duda de todo. Sin embargo él, con su habitual normalidad, nos empezó a narrar vivencias ocurridas allí dentro, en aquellos mismos micrófonos. Sonidos a través de la pared, gritos en el micrófono, golpes y muchos testimonios de personas ajenas a la radio que aseguraban haber escuchado como llamaban a su puerta cuando allí no había nadie más.

Aún y a pesar de todo, nosotros no vivimos nada especial ni fuera de lo normal hasta que en el programa números seis, noche de los difuntos, decidimos hacer un especial con tertulia y experimentación en vivo. Hasta la Ouija queríamos hacer aquella noche. Y así es cómo ocurrió.

Todo empezó con relativa normalidad, hasta que durante un momento de la tertúlia y sin venir a cuento de ningún tipo una extraña risa se coló en nuestros auriculares. En ese momento Sebas y yo cruzamos miradas y pudimos observar que nadie había provocado aquel sonido, y aunque extrañados, no quisimos darle más importancia... Al principio.

Todo ocurrió después, en la experimentación, cuando varios miembros del equipo estaban realizando la Ouija mientras Pedro Poch y yo debatimos y además grabamos toda la experiencia para intentar captar voces o algo "extraño". En un momento dado todo cambió, la normalidad pasó a ser un estado alterado de estrés y agobio que vivieron todos los integrantes. Algo estaba colándose a través de los micrófonos de forma molesta y estridente. Llegando en ocasiones a parecer una voz que nos hablaba. Durante diez minutos perdimos el control total de la situación y de la mesa de sonido. Guillem, técnico de sonido experimentado y conocedor en profundidad de aquella mesa de mezclas y aquellas instalaciones, simplemente no supo qué hacer. Ni yo tampoco.

De golpe y sin saber muy bien porque, dimos con la solución. Una solución que nos heló la sangre e hizo que Guillem y yo cruzásemos las miradas con una clara expresión de sorpresa en el rostro. No podía ser tan evidente... Pero sí lo era, el micrófono que enfocaba a la Ouija se había descontrolado hasta que simplemente dejó de sonar y volvió todo a la normalidad.

Recuerdo la expresión de mis compañeros cuando finalmente decidí comentarles que era Ese micrófono el que fallaba, ese y no otro. Sorpresa y silencio.

La noche continuó con una normalidad relativa, pues aún nos separarían muchas sorpresas que estaban grabadas en el interior de los pequeños grabadores para tal ocasión. Jamás imagine todo lo que allí se estaba registrando. Nunca, hasta día de hoy, en ningún otro sitio he registrado tal cantidad de grabaciones con voces, cantos y hasta disparos. En semanas posteriores se realizaron pruebas que aún nos dejaban más sorprendidos si cabe que la propia noche de los difuntos. Grabamos como se movía un armario enorme, si el del inicio del artículo, como un grifo se abría sólo, movimeitnod de objetos, golpes en la puerta, pasos, suspiros y un sin fin de fenómenos más a los que llegó un momento que dejamos de darles importancia.

Pero hubo otra noche que nos dejaría fuertemente marcados. Una noche normal, sin ninguna intención más allá que la de una simple cena de compañeros en la radio. Guillem presente y algunos miembros más de la emisora decidimos quedarnos y hacer un poco el "tonto" en la emisión. Una especie de hablar por hablar pero de humor y sinsentido. Lo que no sabíamos era la forma en la que ese programa iba a terminar.

Eran aproximadamente las 3 de la mañana. Ya cansados estábamos poniendo músicas divertidas y recibiendo llamadas de amigos que poca o nada tenían relación con el misterio, sin embargo aquello que allí está, sea lo que sea, despertó y nos hizo despertar.

Guillem y yo nuevamente en la sala de técnicos. Ana estaba al otro lado del cristal acompañada de compañeros de la radio. Todo iba bien hasta que, de repente, algo corrió con pasos firmes por el pasillo. Era una práctica habitual a la que ya no dábamos importancia, incluso una rachola se movía cuando esto ocurría. Sin embargo estos pasos era atípicos y parecía incluso que demasiado fuertes. Guillem, mucho más valiente que nosotros, se aventuró a investigar todo el lugar y volvió con la cara extrañamente desencajada.

- Estaban todas las puertas abiertas, desde el baño hasta la de la entrada-

- ¿La blindada?.-

- Si, la blindada también.-

- Vale, nos vamos.-


En ese momento llevados por la sugestión, iniciamos el proceso para cerrar el programa y marcharnos de allí como alma que lleva el diablo. Lo que no sabíamos era lo que pasaría a continuación.

En un momento dado en la música final, y con nitidez meridiana, un canto tipo el "Nana" apareció y nos llegó como un disparo a nuestro oídos. Junto a eso, una extraña sombra vimos pasar a lo largo del extenso cristal que separaba la zona de micrófonos de la sala de espera. Y eso fue lo último que vimos aquella noche porque nos marchamos del lugar corriendo.

Hemos vivido muchas experiencias más que, como decía al principio, han hecho tambalear mis creencias más profundas. El terror visceral que yo he vivido allí dentro, seguro entre cuatro paredes y sin ninguna amenaza real, me ha paralizado como nada en ningún sitio. Es por eso que aún, a día de hoy, no sé que es lo que ocurre en el interior de Ona de Sants.

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